Mozart y la música que nos negaron
Claudia Verónica Franco Viedas
Treinta y
cinco años de música fue todo lo que nos dejó Mozart. Genio entre genios,
controversial, irreverente y libre pensador, nuestro amado Wolfang se fue
temprano dejando para siempre la incógnita de lo que pudo ser. Sin duda tres
décadas y media no bastaron para heredar todo su legado musical a la humanidad,
pero más inquietante aun es el camino que la música hubiera tomado de haber
permanecido en este mundo desarrollando su explosivo y revolucionario
potencial.
Hay muchas cosas que sabemos sobre
Wolfang Amadeus Mozart: fue un niño prodigio que asombró a Europa con su
habilidad musical, tocaba el clavecín y
componía a temprana edad, se casó con
Constanza y vivió una vida bohemia y desordenada y murió en extrema pobreza,
enfermo y en gran parte desconocido por una ciudad que después lucraría con su
imagen y memoria por cientos de años.
Luego están las leyendas: que el
compositor italiano Salieri era su eterno enemigo, que sus partituras no
contenían ningún error y que componía de manera casi mágica obras de principio
a fin sin dudar. Lo cierto es que si trabajaba de manera mental las piezas
mucho antes de anotar las notas en papel y la enemistad con Salieri es un
invento de Hollywood para hacer la pelicular “Amadeus” más interesante.
Hoy quiero hablar del Mozart
transgresor, inmaduro e infantil que bajo circunstancias poco favorables
produjo obras de incalculable belleza. ¿Cómo llegó una vida tan prometedora a
un final tan trágico? Su afán por
utilizar temas controversiales en sus óperas, sus constantes rompimientos con
las normas de armonía y sus juegos con las formas en una época por naturaleza
apegada a moldes establecidos lo llevaron a producir obras maestras que siguen
produciendo un encanto universal. Sin duda su mezcla de sencillez, genio y
rebeldía fue causa tanto de su ruina como de su gloria.
Los espíritus libres están siempre
adelantándose a sus tiempos y no podría ser el caso de Mozart diferente. De
este modo llegamos al Cuarteto No. 19 en Do mayor K. 465 (6 años antes de su
muerte) también conocido como el Cuarteto Disonante. ¿Y que tiene este cuarteto
de especial? Demos un recorrido. Las disonancias en el periodo clásico eran muy
mal vistas. Durante el barroco, Bach como era de esperarse las empleaba en sus
composiciones ocasionalmente y ganas no me faltan para meternos de lleno en ese
asunto pero hoy es turno de Wolfie. En el periodo clásico la música tendía a
ser simple, balanceada, muy estructurada y casi nunca en tonalidad menor, mucho
menos usando disonancias evidentes ya que son “desagradables” al oído. Este
tipo de intervalo se utilizó un poco más en el periodo romántico y en el Siglo
XX hay compositores que parecen haber trabajado bajo una consigna disonante que
atacara el oído por numerosos frentes. ¿Por qué entonces Mozart escribió un
cuarteto cuya introducción o tema A fueran acordes disonantes? No lo sabemos,
pero me hace pensar que quizá ya estaba cansado de las formas del clásico y
quería explorar nuevas armonías que saciaran su curiosidad.
Es bien sabido que los genios
creativos innovan por su misma naturaleza. Beethoven por ejemplo revolucionó la
música al escribir la Sinfonía No. 3 en Mib en 1803, rompiendo la forma sonata
ya usada hasta el cansancio en el periodo clásico, pero no fue sino hasta unos
veinte años después que los compositores se subieron al barco romántico y
empezaron a componer de forma caprichosa y nacieron las piezas de carácter, los
poemas sinfónicos y cualquier otra ocurrencia creativa que no se debía ajustar
más a moldes rígidos. Incluso el mismo Beethoven regresó a componer en estilo
clásico antes de darse por completo a las libertades que el mismo inauguro.
Este genio contemporáneo de Mozart, no solo hizo el puente entre el clásico y
el romántico sino que también al final de su vida incursionó en algunas piezas
de tinte atonal (con muchas disonancias) tales como La gran fuga y algunas de
sus últimas sonatas para piano, sin embargo no fue el sino Claude Debussy quien
rompió por completo con el periodo al introducir nuevas armonías de influencia
oriental, lo que daría pie al
Impresionismo y Siglo XX.
Beethoven y Mozart fueron
contemporáneos, pero no amigos. Mozart fue un niño prodigio que viajó por
Europa protegido por su padre quien era su maestro y representante. Beethoven
fue un niño talentoso a quien su padre alcohólico obligó a seguir el camino de
Mozart, incluso mintiendo sobre su edad para parecer más sorprendente. Wolfang
gozó de fama mientras era pequeño y al llegar a la edad adulta tuvo más
problemas para sobresalir. Ludwig gozaba de popularidad entre la sociedad
vienesa, era un hombre culto que gustaba conversar sobre filosofía y literatura
hasta que quedó sordo y empezó su retirada del mundo. Mozart fue enterrado en
una fosa común con algunos amigos y familiares presentes, no se sabe con
seguridad donde están sus restos. Beethoven fue enterrado en una ceremonia con
cientos de asistentes. Vale la pena mencionar que el hijo homónimo de Wolfang
Amadeus Mozart guardaba mucho rencor hacia Beethoven porque el sí gozó en vida
de la fama y reconocimiento que fueron negados a su padre.
Beethoven escribió 9 sinfonías, y la
novena es sin duda la obra de música clásica más famosa de todos los tiempos,
aun si solo conocemos el tema del coral-El himno a la alegría. Esta pieza la
escribió casi al final de su vida, cuando ya había recorrido y resuelto
pasiones, se había retirado del mundo y regresado, había hecho la guerra con la
vida por haberle quitado lo más preciado, la capacidad de escuchar. ¿Qué
hubiera escrito Mozart de haber tenido esta oportunidad de tener una vida
longeva? ¿Qué hubiera escrito un Mozart más maduro, experimentado, con
vivencias enriquecedoras y quizá serenidad de espíritu? Además Wolfang enfrentó
varias dificultades en su corta vida, y una de ellas, fundamental, es que no
tenía un mecenas confiable. Sus múltiples arranques, su vida bohemia e
inestable no le permitían tener la suficiente honorabilidad para que un monarca
lo patrocinara, ni para que los nobles permitieran que enseñara a sus hijas
piano. Sus obras a menudo incomprendidas por el público no gozaban de la fama
necesaria para que los ingresos fluyeran, y cuando si lo hacían, su vida
desordenada acababa pronto con ellos. Esta dependencia de un público que pagara
por la música, novedad de la independencia musical que empezaron a gozar los
artistas a partir del barroco, sin duda era tanto una ventaja creativa así como
una condena al tener el músico que complacer los oídos de las masas. Pocos y
dificultosos años tuvo Mozart para crear.
La música que produjo Mozart, aun
siendo el joven, irreverente y a veces infantil tiene una profundidad y a la
vez una sencillez de una exquisita belleza, una cualidad sublime que hace
llegar su música directo al espíritu y
no necesitamos ser los grandes conocedores de la música de concierto para
disfrutarla. A diferencia de Bach, Mozart no es difícil de escuchar. A
diferencia de Beethoven que obscurece a la orquesta con más cellos y bajos
Wolfang es luminoso. Su música es casi
siempre alegre y ligera pero una ligereza perfecta y balanceada que rompe por
aquí y por allá con las formas y las hace de repente como quiere.
Las pocas obras de Mozart que están
en tonalidad menor (modo que se utiliza para evocar tristeza, tragedia,
melancolía o cualquier cosa opuesta a la alegría) son obras maestras de
inigualable belleza, por mencionar solo una el Requiem, cuyo movimiento más
popular lo terminó su aprendiz, es en mi muy personal punto de vista la misa
para los muertos más bella jamás escrita.
Tengo entre mis manos un gran
problema, y es que nunca podré saber a dónde se dirigía Mozart cuando empezó a
utilizar acordes disonantes y cuando coqueteaba con la flexibilidad de las
formas. Tampoco podré saber que hubiera escrito un Mozart en edad adulta,
porque yo tengo precisamente la edad en la que él murió y francamente me hace
falta mucho por vivir, por crecer y adquirir serenidad de pensamiento. El
problema no tiene solución y tendré que vivir con ello escuchando su música y
encontrando cada vez nuevas incógnitas.
Para concluir debo decir que Mozart no
fue mi primer amor musical, sino Bach, pero sus bellas melodías poblaron mi
mente adolescente de una manera que lo primero que hice al poder tocar el viejo
continente es ir a Viena, buscar su departamento y maravillarme mientras
escuchaba el Requiem en audífonos y veía tras una vitrina de vidrio la
partitura en el mismo cuarto donde la escribió. No tendré respuesta a mis
preguntas, pero el hecho de poder escuchar su música y reflexionar en lo que
pudo ser me da tanto que no pido nada más. Por hoy dejaré descansar a Mozart y
me limitaré a deleitarme con su obra.
Referencias:
Einstein, A. (1945) MOZART,
His Character, His work . New York: Oxford Univertisty Press
Muñoz de la Nava Chacon, J.M (2004) Grandes Biografías Ilustradas, Mozart W. Amadeus. Madrid: Dastin
Ediciones
Spaethling, R. (2000) Mozart’s
Letters, Mozart´s Life. New York: W. W. Norton and Company